Como si aún
estuviese entre nosotros, aunque hace tiempo vivía ausente, como si no
pudiésemos despegarnos de aquella, su mirada, que atravesaba distancias, como
si su intensa voz aún desgranara palabras de sus versos, nuestra querida Ester
de Izaguirre sigue acompañándonos y seguirá haciéndolo cada vez que la
poesía nos atraviese.
Con un
interminable adiós, estos dos de sus poemas preferidos.
JUDAS
Soy
Judas, el traidor,
y
te di más que todos,
yo
te di más que amor.
Para
ellos la merced del heroísmo
y
la docilidad de serte fieles,
porque
ellos no afrontaron tu mirada
allá
en Getsemaní.
Ojalá
me hubieras dicho: “te comprendo,
lo
estás haciendo bien. Ánimo Judas”.
Ellos
navegaban en barcas
que
el prodigio salvaba de mareas tenaces,
yo
me hundí hasta tocar fondo en los abismos
de
este mar de ser hombre y acordarse.
Todos
vieron los clavos y lloraron,
yo
te inmolé para que amanecieras.
Convocaron
a tantos para el drama,
Caifás,
Anás, Herodes y Pilatos,
por
qué también a mí. Yo te quería.
Por
qué habrán acuñado las monedas,
por
qué las profecías.
Por
qué el árbol aciago
como
un ojo hechicero reclamándome
desde
la sangre intacta de la Biblia.
Soy
Judas, el traidor,
el
que mejor cumplió con su destino.
El
que entregó al que amaba. Por amarlo.
A
LA CASA EN VENTA
Te
vendimos.
Como
se vende un pan.
Como
a una esclava en un mercado antiguo.
Y
hubo algún vendedor
con
barbas de saber bien lo que hacía:
señalaba
la blancura de tus muros,
manoseaba
tus árboles perplejos.
Pude
tasar la infancia de mis hijos,
las
lluvias y las siestas de veinte años,
las
caricias de Negro, de aquel perro
que
se quedó dormido entre mis brazos.
Y
cómo pude ver que, terminada
la
ceremonia oscura de la entrega,
otra
cara, otra voz, otra mirada
hacia
un no sé y un nunca te llevaba
entre
el rumor creciente de la feria.
Yo
debí pasar hambre hasta quedarme
con
todo el corazón a la intemperie,
antes
que ver hollados los recuerdos
por
pisadas ajenas.
Hoy
buscaré un mercado, uno cualquiera,
para
vender mis culpas.
Y mi pena. Ester de Izaguirre
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